INTRODUCCIÓN
La cofradía del Santo Entierro y Santo Sepulcro ocupa el penúltimo lugar en el orden general de salidas procesionales, pues tras ella sólo queda la de Jesús Resucitado, que lo hará en la mañana del Domingo glorioso.
Como integrante de la Procesión General, la ha cerrado siempre excepto los años de 2004 y 2005, en que figuró a la cabeza de ella.
Oficialmente, en cuanto a su antigüedad, le cabe el puesto número cuatro, después de la Soledad (1554), Jesús Nazareno (1577) y Expiración (1604). No obstante, esta cuestión podría revisarse si se llegara a identificar plenamente la cofradía del Santo Entierro con la de la Yedra, mucho más antigua que las citadas.
DENOMINACIONES
En 1618, la cofradía encargada de procesionar el paso del Santo Entierro era la de “Nuestra Señora de la Yedra”. En 1656 ostentaba el título de “Cofradía del Entierro de Nuestro Señor Jesucristo”. En el siglo XVIII se conocía como “Cofradía del Entierro de Cristo y Nuestra Señora de la Yedra”. En 1896, con motivo de su reorganización, adopta el título de “Hermandad del Santo Sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo”.
Pasada la guerra civil de 1936, una vez que al Yacente se le incorpora el paso del grupo escultórico, recibe el título de “Cofradía del Santo Entierro de Cristo y Santo Sepulcro”, con el que continúa.
HÁBITO PENITENCIAL
El actual
Túnica de paño negro, bocamangas y pechera en encaje blanco, capirucho de terciopelo negro, gola de encaje blanco, cíngulo de algodón blanco, capa de raso negro con becas blancas y escudo de la cofradía plateado, calcetines y zapatos negros.
Algunos adultos llevan varal de tres tulipas. El resto de hermanos, farol de forja.
Los modelos antiguos
A partir de 1897 comienzan a vestir túnica negra con cordón blanco y bocamangas de encaje blanco, capucha de paño negro que dejaba el rostro al descubierto y gola cervantina. Tal vez el mismo atuendo que usaran con anterioridad.
En el programa de 1913 se habla aún de la capucha. Esta prenda fue cambiada por el capirucho de cartón en 1931.
Otra vistosa novedad se introduce en 1962, pues se incluye la negra capa de seda en el atuendo penitencial, tal y como podemos verla hoy.
En cuanto al sistema de alumbrado, hay que reseñar que los cofrades del Santo Entierro fueron los primeros que, dejando los antiguos cirios, lucieron varal de plata de tres tulipas, encargado a la Casa Meneses en 1896 y sacado en procesión en 1899. Uno de estos modelos estuvo expuesto en el Museo de Semana Santa y hoy lo tiene la cofradía.
La guerra civil de 1936 dio al traste con la mayor parte de tales varales. Cuando se reanuda la procesión del Santo Sepulcro tras la contienda, se sacan de nuevo las tulipas supervivientes y los hachones. En 1944 utilizan un blandón electrificado, que no gustó y fue desechado al año siguiente. Se usó entonces el hachón de aceite y gasoil, que compartió el desfile procesional junto al varal de tulipas. Este, finalmente, ante su escasez, es excluido en 1954, en que, para reanudar la vieja tradición, volvieron a estrenar otros varales, pero ahora de dos tulipas.
No obstante, el uso de este último alumbrado no prosperó, por lo que a partir de 1976 se fue implantando el farol de forja, confeccionado por el herrero “Tiznajo”.
FUNDACIÓN E HISTORIA DE LA COFRADÍA
Parece indudable que desde un principio la cofradía de la Yedra era la encargada de sacar en procesión a Jesús depositado en el Sepulcro. Según Ruiz Prieto, dicha cofradía se fundó en 1505, aunque Cazabán Laguna nos transcribe un documento revelando que los estatutos de esta cofradía fueron aprobados por el obispo don Diego de los Cobos el 28 de enero de 1565.
Como quiera que sea, de lo que no hay duda es de que la cofradía de la Yedra existía desde antes de esta última fecha y que siguió funcionando como tal hasta muy entrado el siglo XIX.
Finalizando la segunda década del XVII, el escultor ubetense Pedro de Zayas realiza para la Cofradía de la Yedra y Entierro de Cristo, y por encargo de su prioste Juan Arredondo de la Cueva, cuatro imágenes: un San Juan, una Magdalena y las dos de los Santos Varones (Nicodemo y José de Arimatea). Todas ellas irían sobre andas.
Evidentemente, se atravesaba un gran momento de esplendor, que paulatinamente fue aumentando hasta el punto de conseguir que el Ayuntamiento ejerciese su apoyo y tutela sobre la procesión ya desde antes de 1650, aunque no es hasta 1656 cuando se hace referencia explícita a su patronazgo.
Cinco años después, los frailes trinitarios obtenían del Cabildo Municipal la promesa de asistir a perpetuidad el Sábado Santo a la solemne celebración en su convento de “las glorias del Sepulcro de Cristo Nuestro Señor” y el Domingo a la procesión del Resucitado.
El acta capitular de 27 de enero de 1668 se constituye en el más riguroso informe de todo lo que se realizaba por entonces, pues en ella se dice: que la procesión del Santo Entierro salía de la Colegial el Viernes Santo, acompañada de todo el cabildo eclesiástico, así como del municipal; que llegaba al convento de la Trinidad, donde se depositaba la imagen, velada hasta el domingo por la Compañía de Soldados; que esta se componía de un capitán, un alférez, (a veces se hablará después de un teniente), un sargento, cuatro cabos y varios soldados; que el Sábado Santo se celebraba la fiesta de la cofradía en el citado convento y que todo acababa el Domingo con la apoteosis de la Resurrección, a la que también asistía la Compañía de Soldados. Para estos se pide, por vez primera, la exención de cargas personales y concejiles.
A los pocos años vuelven los regidores a tratar del Santo Entierro. Es la fecha de 1674, que durante tanto tiempo pasó por ser la de más antigua referencia a la cofradía. El 4 de abril de dicho año, el Cabildo municipal acuerda que todos los caballeros veinticuatros asistan a procesión y exequias fúnebres con sus capas largas de luto y a los porteros se les haga ropas de bayeta negra. Además, reiteran que a la Compañía de Soldados no se les eche cargas ni esta contribuya en nada a los repartimientos del Servicio Real.
Dicha Compañía no sólo se relacionaba con el Santo Entierro, sino también con la cofradía del Resucitado y, acabada la Semana Santa, también era requerida para otros actos religiosos. Según Torres Navarrete, desaparece con la Guerra de la Independencia en 1808. No ocurre lo mismo con la cofradía del Santo Entierro, que, si se identifica con la de la Yedra, sobrevive a la invasión francesa y se muestra en documentos posteriores fechados entre 1817 y 1820.
La inútil Ley elaborada por Mendizábal y llevada a la práctica en 1836 trae consigo la exclaustración de los frailes trinitarios y la enajenación del edificio, por lo que las funciones religiosas en torno al Santo Entierro se trasladan a San Nicolás. Pero al no resultar finalmente desacralizada la iglesia conventual, vuelven a la Trinidad a los pocos años.
Así, más o menos lánguidamente, transcurre para la cofradía el resto del siglo, hasta su posterior reorganización en 1896, en que lo hace bajo el nuevo título de “Hermandad del Santo Sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo”. Esta remodelación la lleva a cabo el comercio ubetense, que crea una junta presidida por don Santiago González Oreja. Encargan a la madrileña Casa Meneses un trono y urna de plata destinado a un Cristo -se decía- muy antiguo y de autor desconocido, que se desclavaba de la cruz en donde estaba durante el año y se depositaba en la urna, envuelto en finas gasas.
Pensamos que esta imagen corresponde al Cristo que policromó en 1583 el pintor ubetense Pedro de Medina, pero que era de mayor antigüedad.
Sale, pues, la reorganizada hermandad en 1897, desde Santa María a la Trinidad, acompañada de las demás cofradías: el Paso, la Expiración y la Soledad. Luego, a la noche, el Sábado de Gloria o el Domingo de Resurrección (según una u otra etapa), retornaba la imagen a la Colegial, de nuevo acompañada de los guiones de las mencionadas hermandades.
Entre 1905 al menos y 1920 salieron acompañando al Santo Sepulcro los Santos Varones (tal vez las mismas figuras que hiciera Zayas). Desde el primero de los años citados fueron montados sobre otro trono de plata Meneses, del que nada se sabe en la actualidad. Ambas imágenes desaparecieron en la guerra civil de 1936.
Importante novedad en la vida de la cofradía fue su constitución durante 1929 en Hermandad Benéfica, carácter que perdurará durante muchos años (hasta el final de los 60). Era por entonces presidente de ella don Blas Lope Catalán, quien vería llegar las perturbaciones de la guerra civil, una de cuyas lamentables consecuencias fue la pérdida de la imagen del Cristo muerto, aunque, por otro lado, se logró preservar de la destrucción el trono de plata y los gallardetes de 1897.
Con tales enseres, pasada ya la contienda y bajo la presidencia de don Sebastián Villar Arroyo, en 1940, sobre el antiguo trono de plata, desfila el nuevo Cristo yacente, una imagen de Olot (Gerona), de las hechas en serie, que hoy está en poder de la cofradía.
En 1947, para que precediese al Cristo muerto, se incorpora un nuevo grupo escultórico, obra de Palma Burgos, que representa el momento del Entierro de Cristo y forman Jesús, la Virgen (que, sin embargo, data de 1943), San Juan, la Magdalena y los Santos Varones. Estos se quitan en 1955 y se vuelven a poner en 2002. Van las figuras sobre trono del mismo autor que las imágenes.
En 1965, siendo Presidente don Federico Adam, se sustituyen la imagen de Jesús muerto, el trono y la urna de plata por el actual y magnífico Cristo Yacente, obra de Palma Burgos, y por el trono barroco de Ramón Cuadra.
Trece serían los años en que estuviese al frente de la cofradía don Antonio Fernández Tallante (1978-1990). A poco de tomar posesión, concretamente, el 6 de junio de 1979, el Ayuntamiento, encabezado por el Sr. Gámez Martínez, se desvincula del Santo Entierro, retirando su patronazgo y desasistiendo a su procesión. Durante el mandato de Fernández Tallante se arreglan las dos capillas de Santa María, se reparan los tronos cambiando sus chasis, se hacen banderas nuevas y la cofradía estrena Casa de Hermandad. También se renuevan los estatutos por dos veces: primero se modifican los que databan de 1929; y luego hubo que reformar estos a la luz de las nuevas disposiciones eclesiásticas. Se terminaron de redactar en mayo de 1987 y fueron aprobados por el obispo García Aracil el 27 de marzo de 1991.
Toma el relevo don Miguel Moreno Condado, a quien se debe, entre otras cosas, la implantación del Triduo, la restauración de ambos tronos, la recuperación del antiguo de plata y de la vieja imagen y la compra de nichos en el Cementerio. A él también le toca conmemorar el año de 1996 el Primer Centenario de la Reorganización de la Cofradía, efeméride que no pasó desapercibida.
En el mismo año de esta celebración centenaria ocupa el sillón presidencial don Francisco Rienda Ruiz, quien logra notables consecuciones en las áreas de patrimonio (recuperación de los Santos Varones y restauración de todas las demás imágenes), de cultos (organiza el Vía crucis), de labor social y de juventud. En este último sentido, la participación juvenil en la cofradía surge en mayo de 1998, en que se crea la Vocalía de Jóvenes, que toma el título de “María de Nazaret”.
Pasada la Semana Santa de 2002, cesa en su cargo de Hermano Mayor, por imperativo legal, el Sr. Rienda Ruiz y el 17 de marzo sale elegido para sustituirle don Juan de la Cruz Pérez Resa, quien logró que la cofradía saliera en primer lugar en la Procesión General durante los años 2004 y 2005, aunque al año siguiente, con el adelanto de la hora de salida a las 8 de la tarde, se volvió al orden tradicional. Durante este mandato, en el 2008, la cofradía estrena la marcha “María de Nazaret” de J. M. Cano Gómez.
En 2009 es nombrado Hermano Mayor don Eugenio Antonio Sanjuán Monforte. Durante su mandato se presenta el 15 de enero de 2011 en el Hospital de Santiago, el cartel oficial de la Semana Santa, el cual está protagonizado por la Cofradía, en concreto con el grupo escultórico del Santo Entierro a su salida de Santa María; donde se observa la nueva situación del misterio tras la modificación del trono realizada en el 2010, por el que era administrador en la fecha, don Antonio Jesús Hidalgo Campos, en colaboración con don Antonio José Campos Martínez.
Un acontecimiento muy importante en la historia de la Hermandad es la reapertura al culto de la Iglesia Mayor de Santa María de los Reales Alcázares, sede canónica de la Hermandad, en mayo de 2011. Con ello, nuestros Sagrados Titulares vuelven a ocupar sus respectivas capillas dentro del templo, en primer lugar en la capilla del Santo Entierro, y posteriormente, pasando el Cristo Yacente a su capilla.
El 25 de marzo de 2012, se celebran elecciones en la cofradía siendo elegido Hermano Mayor don Antonio Jesús Hidalgo Campos, el cual recibe su nombramiento con fecha 28 de marzo de 2012 y toma posesión del cargo junto a su Junta Directiva durante la Solemne Fiesta de María de Nazaret celebrada el domingo 13 de mayo de 2012.
SEDE CANÓNICA Y LUGARES DE CULTO
Reside canónicamente la cofradía en la Iglesia Mayor de Santa María de los Reales Alcázares, donde tiene dos capillas actualmente. Con anterioridad ocupó otras distintas, concretamente, la de la Yedra, donde recibieron culto el Cristo y Nuestra Señora de la Yedra y la del Cristo de Medinaceli, donde desde 1854 se veneró al Yacente y a los Santos Varones. La presencia de estos dio lugar a que fuese necesario poner una tela metálica a la reja con objeto de evitar las piedrecitas que les lanzaban las jóvenes casaderas.
Luego, en 1947, ocupó el grupo del Santo Entierro la Capilla de los Carvajales y posteriormente, en 1965, se puso en ella al Cristo Yacente, hasta que fue trasladado a su nueva capilla en 1976. Esta es la segunda del lado de la Epístola.
Pero cerrada al culto la iglesia de Santa María en 1983, la cofradía se lleva sus imágenes a San Pedro y las pone en las capillas tercera y cuarta del lado del Evangelio, llamadas por Ruiz Prieto, respectivamente, de Las Ánimas o del Mayor Dolor (capilla de los Molinas) y de Nuestra Señora de los Dolores. En esta última estaba el Yacente, que a partir de 1992 se coloca sobre el antiguo trono de plata. De este modo -aunque sin la urna de cristal, pues en ella no cabe la imagen- se recupera a la contemplación del público la preciada pieza.
Sin embargo, la capilla de San Pedro donde se custodiaba al Cristo muerto comenzó a rezumar humedad, de manera que se vio palpablemente el deterioro progresivo que sufría la imagen, por lo que el 15 de enero de 2002 fueron trasladadas esta y las otras imágenes a San Pablo, donde quedaron en la capilla de la Oración del Huerto (Cristo Yacente, José de Arimatea y Nicodemo) y en la de la Humildad (resto de figuras), cuyas cofradías cedieron generosamente parte de su espacio.
LA PROCESIÓN DEL VIERNES SANTO
Salida
Conforme pasa el tiempo, la Procesión General va aumentando en número de penitentes y la salida de la cofradía se dilata paulatinamente. Por ello, desde 1989 comenzó a solemnizarse su salida oficial por la puerta de la Adoración o puerta norte de Santa María, aunque no desfilara hasta una hora y media después.
Con los años, esta salida ha ido ganando en brillantez y emoción.
En el 2000 se modificó el horario de salida de la Procesión General, que lo hizo a las 21´30 al objeto de no dilatar tanto en el tiempo la puesta en marcha de la procesión del Santo Entierro, que pudo así realizar su salida oficial y solemne sobre las 22´30. Se continuó de esta manera hasta los años 2004 y 2005, en que al encabezar la cofradía la Procesión General, efectuó su salida a las 22 horas, sin tener ya que sufrir ninguna espera.
Desde 2006 sigue saliendo a las diez de la noche, con la diferencia de que, al iniciarse la Procesión General a las ocho, las imágenes del Santo Entierro y Santo Sepulcro no tienen ya necesidad de encabezar aquella.
Desarrollo histórico de la procesión
En cuanto a la procesión en la antigüedad, Campos Ruiz, basándose en unos apuntes de don Francisco de Carvajal Mexía, caballero de Alcántara y IV Señor de Torralba -que vivió entre los siglos XVII y XVIII-, refiere todo el boato que la rodeaba, con la Compañía de Soldados, con el Alférez Mayor de Úbeda, con las capillas de música del Salvador y el Hospital, con todas las órdenes religiosas, y muchos agregados más, tantos que -se decía en la crónica- cuando salía de Santa María el estandarte de la ciudad, el Alférez Mayor de Úbeda iba por lo alto de la Corredera.
Toda esta pompa y solemnidad acaba, con el tiempo, apagándose como una mariposa sin aceite.
Afortunadamente, según ya hemos dicho, se reorganiza en 1897, sacando de la capilla de la Yedra la vieja imagen del Cristo articulado sobre un trono de Plata Meneses, la misma casa que a los dos años le proporciona los artísticos varales de plata con tres tulipas.
La primera procesión organizada tras la guerra civil, la de 1940, supuso la admiración de las gentes, puesto que sacaron banda de tambores y trompetas, gallardetes y bandera.
Pero las novedades más interesantes hacen su aparición en la década de los 90 del siglo pasado. Así, en 1993 se estrenaron los dos faroles-guías. Y en 1996, con motivo del I Centenario de la reorganización de la Cofradía, al efectuar su salida de Santa María se toca por primera vez la Marcha del Santo Entierro.
Recuperación importante fue la de algunos antiguos varales de tres tulipas, que comenzaron a reincorporarse en la procesión de 1997.
La novedad que se produjo en 1999 fue que la Agrupación Musical Ubetense no desfiló al final de la Soledad, sino que se insertó dentro del guión de la cofradía.
En 2000 estrenó báculo de Hermano Mayor y nuevos farolillos para los más jóvenes. Además, por vez primera, la Agrupación Musical Ubetense se colocó tras el Cristo Yacente, después de haberlo hecho siempre después de Nuestra Señora de la Soledad.
En 2001 hizo todo el atípico recorrido de este año (subida y bajada por la calle Trinidad, por ejemplo) e invirtió en ello cuatro horas. Como nota curiosa, destacaremos que las cajas de tambores no llevaban la tradicional iluminación interior, tan característica de la cofradía.
Una alteración importante dio comienzo en la Semana Santa del año 2002: la cofradía de la Soledad salió delante de la del Santo Entierro y no detrás, como había venido siendo costumbre hasta la fecha. Sin embargo, esta modificación habría de ser poco duradera, puesto que en 2004 -año en que estrena galas de tambores de terciopelo negro con bordados en oro- la cofradía del Santo Entierro se pone a la cabeza de la Procesión General y abre la marcha. Lo mismo se hace al año siguiente, hasta que en 2006 se optó por comenzar la Procesión General con el Borriquillo pero a las 8 de la tarde, propiciando así la salida del Santo Entierro a las 10 de la noche. Esta disposición es la que se sigue en la actualidad.
LA SEGUNDA PROCESIÓN GENERAL (DESAPARECIDA)
Antes de la guerra civil de 1936, efectuaba otra salida más: la que tenía lugar desde la iglesia de la Trinidad, donde la imagen había sido depositada la noche del Viernes Santo tras la Procesión General. El objeto de esa salida era el de trasladar a Santa María, con toda solemnidad, la imagen del Cristo muerto. Dicho traslado era efectuado no sólo por la cofradía propia, sino por todas las demás, cuyos hermanos acudían a acompañar al Cristo yacente con sus hábitos penitenciales. De ahí que se llamase a dicho traslado Segunda Procesión General.
La celebración de esta ceremonia tuvo lugar a lo largo de los años en dos días distintos de la Semana Santa. Cuando se reorganizó el Santo Entierro (1897), y durante los inmediatos años que siguieron, el traslado se hizo en la noche del Sábado Santo, a las ocho. Después comenzó a efectuarse el Domingo de Resurrección, a la misma hora. Este cambio debió suceder en 1908 ó 1909.
El recorrido de la procesión era el siguiente: Corredera, Melchor Almagro, Paseo de la Constitución, Armas y Paseo de las Delicias.
Curiosamente, no es hasta 1931 cuando hallamos una referencia directa y clara al “Cuadro” que se formaba en el transcurso de este traslado procesional. Con anterioridad a esta fecha, ni en programas ni en recortes de periódico aparece noticia alguna sobre tal formación, aunque es indudable que se hacía. La ceremonia así llamada consistía en situar el trono del Santo Sepulcro en el centro del Paseo del Mercado mientras todos los hermanos participantes se colocaban alrededor, formando un cuadrado o “cuadro”. Hecho el silencio, la Banda de Música entonaba una Marcha Fúnebre.
La llegada de la República acabó dando al traste con la costumbre del “Cuadro”. En efecto, al año siguiente, 1932, ya no hicieron su normal salida todas las cofradías, pues faltaron algunas como la Humildad o la Caída. Y en la Procesión General sólo formaron las Angustias, después el Santo Sepulcro y por último la Soledad, a la que seguía el clero, los presidentes de las distintas hermandades y la Banda de Música. La procesión recorrió el itinerario de siempre, pero el Santo Entierro no se encerró en la Trinidad sino que quedó en el Salvador, ya que Santa María estaba en obras.
Como sabemos, en 1933 no hubo procesiones. Sí, en el año siguiente, pero el traslado del Santo Sepulcro desde el convento trinitario hasta la antigua Colegiata deja de anunciarse ya en los programas de aquel año y del siguiente: había desaparecido para siempre.
Resumen de Juan Ramón Martínez Elvira, del libro SEMANA SANTA EN ÚBEDA, editado por la Unión de Cofradías.